KYUDO, desarrollo personal a través del tiro con arco
El Kyudo, el camino del arco, es
una tradición viva del tiro con arco contemplativo, enraizado en las antiguas
tradiciones guerreras del Japón. La maestría perfecta del arco era considerada
un arte por los Samuráis, un arte que no tenía otro objetivo que la más elevada
experiencia del aquí y ahora, del momento tal cual es, más allá de cualquier
estrategia de pensamiento y concepto.
En la actualidad el Kyudo se
practica por millares de personas en todo el mundo tanto por su instrucción
mental como por el desarrollo espiritual. La sencilla elegancia de movimientos,
la belleza del arco y las flechas y el ambiente de quietud y dignidad
predominan en el lugar de práctica, ejerciendo una gran fascinación para
aquellos que deseamos recorrer el camino del auto conocimiento. Porque
emprender el camino del tiro con arco significa emprender un viaje de
comprensión en el que aprendes a ver con ojos nuevos y a oír con nuevos oídos.
Si lo ves desde fuera, el Kyudo parece ser simplemente tiro con arco. Tensar el
arco y tirar al blanco parece una prueba de habilidad, pero el Kyudo no es
deporte. Para descubrir la verdadera naturaleza del Kyudo, al tirar al blanco
uno tiene que mirar dentro de sí mismo atravesando y superando cualquier tipo
de inquietud, ya sea preocupación, esperanza, duda o miedo. Aunque la forma
original del Kyudo ha ido cambiando y volviéndose más sofisticada a lo largo de
los siglos, subdividiéndose en diferentes escuelas y estilos, la esencia de la
verdadera práctica del Kyudo sigue siendo la misma: es meditación de pie.
El terreno fértil sobre el que
creció el camino japonés del arco hasta convertirse en lo que es hoy en día,
está compuesto de varias capas de enseñanzas de tradiciones espirituales como
el Confucionismo, el Taoísmo y el Budismo. Estas tradiciones llegaron desde el
continente hasta el archipiélago japonés en diferentes momentos, entrelazándose
estrechamente con el tejido nativo de conceptos de una manera muy “típicamente
japonesa”. Por supuesto, que no solamente fueron las ideas y prácticas
religiosas o los modelos de organización social los que llegaron a Japón desde
China y Corea, sino también innumerables valores materiales y culturales.
Probablemente ni siquiera el prototipo de arco asimétrico (yumi) fue inventado
en el archipiélago, sino introducido en Japón por los comerciantes de la
cultura Yayoi alrededor del siglo III antes de Cristo.
El arco japonés actual, el Yumi,
es único no solamente por su forma asimétrica, sino también porque con sus
2,30m de longitud es el arco más largo del mundo. Por su dureza y resistencia
por una parte, y su sensibilidad y tendencia a cambiar por la otra, puede muy
bien compararse a un instrumento musical hecho de madera, por ejemplo un violín
hecho a mano.
El confucionismo enseñó el tiro
con arco como la forma más adecuada de formar una personalidad perfecta. Ya en
el siglo IV esta enseñanza se había aceptado con entusiasmo entre la nobleza.
El Shogun Yoritomo no escatimó esfuerzos para entrenar a sus guerreros de la
forma más eficiente, para lo cual solicitó que se les enseñara una nueva forma
de tiro con arco a caballo, el famoso Yabusame, que se puso inmediatamente en
acción.
En el periodo en el que el
Shogunato estuvo ubicado en la ciudad de Kamakura (1185-1333) los samuráis
tomaron los métodos y contenidos de la enseñanza del budismo Zen, que acababa
de introducirse en Japón. Los guerreros estaban muy interesados en el concepto
de los monjes sobre la devoción incondicional al maestro, y su énfasis en
prácticas ascéticas estrictas, donde es esencial la experiencia directa e
intuitiva de la naturaleza no dualista de la realidad, y los emularon. Las
nuevas prácticas Zen les permitían llevar a cabo sus deberes más eficientemente
y entrar en batalla sin perturbarse por la esperanza o el miedo. Mucho más
tarde fue cuando el aspecto Zen dentro de la práctica del arco llegó a su
maduración completa.
Aunque al principio las samuráis
veían con desagrado las armas de fuego europeas, a partir del siglo XVI éstas
reemplazaron al arco como arma militar. Por eso se puso el énfasis de la
práctica del tiro con arco en el entrenamiento mental y la formación del
carácter, y aún más porque el reinado de los Shogunes Tokugawa fue
comparativamente pacífico. Es en el año 1600 se utiliza por primera vez la
palabra “Kyudo” (camino del arco).
Tras la derrota de Japón en la
Segunda Guerra Mundial, las artes marciales fueron prohibidas. Al volver a
permitirse en 1952, las artes marciales clásicas, organizadas en clubes, están
ahora abiertas a todo el mundo, sin importar su situación económica y, por
primera vez, también a las mujeres.
Hoy en día, el número de
practicantes de Kyudo se estima en alrededor de medio millón.
Un camino interior
Aunque el Kyudo no es una
práctica religiosa, está profundamente influenciada por el budismo Zen y el
Shinto. Los aspectos ceremoniales, el protocolo y el respeto dado al arco, las
flechas y el lugar de práctica (dojo), son un reflejo del pensamiento Shinto.
Mientras que las formas externas del Kyudo se asemejan mucho al ritual Shinto,
la esencia del Kyudo está conectada inseparablemente de la filosofía Zen y la
interpretación del Tao.
Las enseñanzas Zen nos dicen que
nuestro verdadero yo está oculto dentro de profundas capas de patrones de
pensamiento habitual, autoengaños y ego. Vivimos en un mundo de ensueño
fabricado por nosotros mismos. El objetivo de las prácticas Zen es retirar esas
capas de ilusión y ego para que podamos liberarnos de la perspectiva dualista
que nos impide comprender nuestra verdadera naturaleza y vivir en armonía con
nosotros mismos, los demás y todo el universo.
En el zazen (meditación sentada)
uno intenta unificar cuerpo y mente por medio de la respiración y manteniendo
una postura estricta. El Kyudo como “Zen en acción” incorpora los mismos
conceptos de mente, respiración y postura trabajando al unísono.
Para el practicante sincero el
Kyudo es una forma de vida, y no hay separación entre el entrenamiento de Kyudo
y las actividades de la vida diaria. Cada flecha se tira como si fuera la
única, de igual forma que cada momento de la propia vida es el último momento.
El practicante de Kyudo no busca en el blanco el resultado de su práctica, sino
internamente, porque el blanco no es un blanco sino un espejo. Si el corazón es
correcto, cada tiro hace desaparecer un poco más los obstáculos que enturbian
la visión de la auténtica naturaleza de uno mismo.
LA PRÁCTICA DEL
KYUDO
La postura es la base de todo lo
demás en el tiro con arco, pues únicamente adoptando una postura firme puede
uno mantener el cuerpo erguido y equilibrado y entrar en una buena posición de
tiro.
En primer lugar, cuando, arco en
mano, uno se coloca en el campo de tiro, debe desterrar todo pensamiento de
otras personas de su mente y sentir que la experiencia del tiro sólo le
concierne a uno mismo. Luego, con la mente totalmente centrada, uno se gira y
mira hacia el blanco, preparándose para el tiro.
En la práctica del tiro con arco,
siempre hay espacio para mejorar. Las posibilidades de variación en el estado
de ánimo, la técnica, el uso del tiempo, la forma de estar de pie, tensar,
soltar, etc., son infinitas e, incluso después de años de práctica, uno nunca
hace dos tiros iguales.
En esta variabilidad y en esta
dificultad residen los principales encantos del tiro con arco.
Por lo tanto, cuando uno se gira
para mirar hacia el blanco, no se limita a mirarlo, sino que se centra en él.
Esto significa que la relación con el blanco no se hace únicamente con los
ojos, mecánicamente, sino que debe hacerlo desde las entrañas.
La postura debe ser firme, sin la
más ligera sensación de flotar y sin ningún movimiento innecesario en las
articulaciones. Los músculos de todo el cuerpo deberían estar relajados. Las
piernas abiertas son semejantes a las laderas de una montaña, cuya cúspide está
en el hara (un punto el vientre un poco por debajo del ombligo). De las caderas
hacia arriba, nuestro cuerpo es semejante a un árbol sobre la montaña, cuyas
ramas flexibles son nuestros brazos.
Si observamos, o mejor
experimentamos, la postura de tiro en Kyudo, percibiremos profundas enseñanzas
aplicables a nuestra vida. Aprendemos a estar de pie, erguidos y orgullosos de
ser quien somos, totalmente expuestos al mundo, sin la menor intención de
ocultar nada. Conectamos profundamente con la tierra, como si echáramos raíces
por nuestros pies, sintiendo la impresionante solidez que nos mantiene. Al
mismo tiempo somos conscientes del espacio infinito sobre nosotros, donde todo
tiene cabida, donde se despliega y manifiesta toda la vida. Completamente
relajados, entre el cielo y la tierra, estamos presentes, atentos, conscientes,
en calma.
La práctica del Kyudo es una experiencia única, muy difícil de explicar con palabras, por lo que te animo a participar en un curso de Kyudo para poder saborear personalmente esta experiencia.
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