HANARE, UNA EXPERIENCIA PERSONAL
Todos y cada uno de los pasos
dentro de las distintas formas que se emplean en Kyudo son hermosos en sí
mismos, y cada uno tiene su sentido. Todos son necesarios y entre todos forman
un conjunto indisoluble. Pero uno de los más satisfactorios para mí es hanare, soltar.
Durante todo el proceso de la
coordinación, establecemos una relación con la flecha. La llevamos con
nosotros, la colocamos, le acariciamos las plumas, incrustamos el tsuru en su
culatín… Le prestamos toda nuestra atención, todo nuestro cuidado y tenemos
mucha precaución de colocarla en la postura adecuada, de que no se suelte antes
de tiempo, de que no se caiga.
Cuando comenzamos a tensar
el arco, esa relación se vuelve complicada. En el punto de máxima apertura del yumi, la flecha está ya preparada para
marcharse, pero de momento la retenemos un poco más, hasta que de verdad
sentimos que llega el momento de dejarla marchar. Cuando estamos al límite,
cuando ya no se puede abrir más y quedarse en ese punto es imposible… ¡hanare! Soltamos. Y aquello en lo que
hemos puesto tanto cuidado y atención, se libera de nosotros.
Pero al liberarse,
también se libera una parte de nuestro corazón, esa parte que durante todo el
tiro ha estado totalmente centrada en esa flecha. La flecha está ahora donde
tiene que estar. Es la consecución lógica, y no hay lugar para el apego. Las
cosas son como tienen que ser, y durante zanshin
observamos esa verdad con el corazón abierto y una sensación de quietud y
silencio interior.

Creo que en la vida nos pasa
exactamente esto. Tenemos gran aprecio por aquello en lo que ponemos nuestra
atención y nuestro esfuerzo, aquello que conocemos, y muchas veces ese aprecio
se transforma en apego. Lo hacemos nuestro y no queremos dejarlo marchar. Ni
siquiera queremos pensar en la idea de separarnos de ello. Nos es familiar. Nos
da seguridad y, por tanto, no queremos que se aleje de nosotros.
Es por eso que, en esas veces en
las que la flecha se nos cae antes de tiempo o se nos suelta sin querer, nos
podemos sentir contrariados. Consideramos que nuestra relación con ella aún no
había llegado a su fin. Aún no era el momento. No estábamos preparados, porque
teníamos otras expectativas.
Pero eso también hay
que aceptarlo. Eso también es hanare
de algún modo. Nada es permanente ni está bajo nuestro control, por mucho que
lo amemos, por mucho que lo necesitemos, y en algún momento se marchará.
Podemos prepararnos para ese momento, de modo que hanare llegue cuando somos perfectamente conscientes de que la
flecha tiene que volar.
La flecha sale volando, y es así
como debe ser. Y no la apreciamos menos por dejarla ir. Al contrario: nuestro
amor es más grande cuando la dejamos volar y nosotros nos hacemos más grandes
también.
Vida sin lastres. Futuro sin
expectativas. Amor sin apego.
Hanare.
Y, entonces, el mundo entero es
nuestro sin esfuerzo.
Enka RG
Hola buenos dias práctico el kyudo en cuba pero quisiera saber si me pueden ayudar con el tema de agarrar la flecha a la hora de disparar entre otras cosas un saludo bello esto estilo
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