LA BELLEZA DEL KYUDO

En el kyudo también hay belleza, aunque eso es algo difícil de definir, ya que el concepto de lo que es hermoso varía según las culturas, y también según las personas. No obstante, en el kyudo hay algo especial, hermoso, elegante, algo que nos calma la mente y abre el corazón. 

Pero ¿cómo se expresa la belleza en el kyudo? Empezando por el elegante y singular diseño del arco japonés, asimétrico y el más largo del mundo, junto con la sencilla elegancia del uniforme tradicional que viste el arquero, y el fluir de los movimientos con su cadencia lenta y precisa, conforman un conjunto con una estética realmente agradable. Pero la auténtica belleza del kyudo reside en otro lugar.

Por supuesto que la verdad y la bondad del kyudo ya son hermosas por sí mismas.  Sin ellas el kyudo es algo vulgar y meramente técnico. No hay nada más feo que una persona que se preocupa tanto en dar en el blanco o en demostrar su habilidad que pierde de vista la verdad. Aún peor es alguien con intereses egoístas ocultos, corrupto y sin corazón, porque esas características enturbian y destruyen toda la belleza del kyudo.

El proceso ceremonial del kyudo, o en concreto la etiqueta que mantiene el practicante en todo lo que hace, y que es la esencia de la práctica, también es considerada hermosa. La etiqueta, que sencillamente es simple cortesía y una muestra de respeto hacia los demás, le da un propósito a la ceremonia. Sin etiqueta, sin el respeto y consideración por los demás, la ceremonia es estirada y pretenciosa, y la forma, vacía y sin sentido. En la ceremonia del Kyudo, la etiqueta y el movimiento sereno y rítmico se combinan para crear un equilibrio perfecto de forma y espíritu. Y, como consecuencia, surge la armonía.

La armonía es especialmente importante, porque el kyudo sin la belleza y armonía, que surgen de un corazón auténtico y abierto, no es en absoluto verdadero kyudo.