CORAZÓN ABIERTO

El kyudo nos abre el corazón. Nos ayuda ser más auténticos. Pero esa apertura, para que sea real, tiene que ir en los dos sentidos: de dentro a fuera y de fuera a dentro.

Dejar que aflore lo que llevamos dentro requiere gran valentía y muchas veces gran esfuerzo y dedicación, pero es en sí mismo un proceso satisfactorio. Somos más verdaderos, más fieles a nosotros mismos, y nos sentimos mejor.

Pero... ¿y al contrario? Porque no sirve solo dejar salir. Un corazón verdaderamente abierto deja salir tanto como deja entrar. Y esto, a veces, es mucho más difícil.

Ya no somos nosotros los que se expresan, sino los demás. Nuestra voluntad no tiene nada que ver en este caso; simplemente nos encontramos con algo inesperado. Puede ser un comentario, una actitud o simplemente un acontecimiento.

Algunos los percibimos como positivos, porque nos benefician o porque están de acuerdo con lo que nosotros pensamos y creemos. Pero puede que haya otros que nos desconcierten, que nos entristezcan o que directamente nos enfaden.

Es probable que todas esas sensaciones se deriven simplemente del no comprender. Nos cerramos y nos volvemos rígidos ante lo que no entendemos. Es un mecanismo de defensa lógico, biológico y evolutivo. Pero debemos aprender a ver que nuestro cerebro no distingue el peligro real de uno imaginario. Y tampoco distingue la imagen que tenemos de nosotros mismos de lo que realmente somos.

No existe peligro real ante un comentario negativo o una crítica. El único peligro que existe es el de quitarle fuerza a nuestro ego, y esto generalmente se traduce en un nuevo aprendizaje, en mayor humildad y sabiduría. Tener el corazón abierto en este sentido consiste en aceptar lo que entra desde fuera, considerarlo de la manera más objetiva posible sin sentirnos amenazados y aprender lo posible de ello para poder crecer.

No es tarea fácil, en absoluto, y requiere mucho valor. El valor de desnudarse, de quitarse la armadura, de bajar nuestros estandartes y saludar al visitante mirándole a los ojos y tendiéndole la mano, dando la bienvenida a lo que nos pueda aportar.

En un corazón abierto todo fluye, hacia dentro y hacia afuera, dejando a su paso el poso de la sabiduría, como el limo que se deposita en el lecho de un río tranquilo y da lugar al nutritivo suelo sobre el que nuevas plantas florecerán.

Enka R. G.









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